Se dedicaba a recoger orina.

Sí… cubetas y cubetas del dorado líquido.

Se dice que llegó a juntar más de 6,000 litros.

Pero tenía una buena razón: Hennig Brand buscaba el sueño de todo alquimista: encontrar la piedra filosofal.

Es posible que hoy esto te suene absurdo, pero es porque vivimos en el siglo XXI. Aquellos eran otros tiempos.

En el siglo XVII la alquimia -en particular la búsqueda de una forma de transmutar metales en oro- era una práctica común.

Brand creía que había algo en la orina humana (quizá por su color), que podía lograr esa deseada transformación.

Así que, obvio, se dedicó a recolectarla. En especial la de aquellas personas que acababan de beber cerveza, le parecía más dorada.

… La recogía,

… la hervía,

… invertía su dinero,

… su esfuerzo…

… y esperaba.

Está por demás decirte el resultado del experimento de Brand: fracasó.

Nunca produjo nada que pudiera transmutarse  “mágicamente” en oro.

En su lugar encontró frustración y la quiebra económica.

Pero sólo por un tiempo…

Porque en este proceso de pruebas “fallidas” encontró algo más: una sustancia blanca y cerosa que brillaba en la oscuridad.

Llamó a su descubrimiento «fósforo», que es como lo conocemos hoy en día.

Ya sabes cómo termina esta historia: sucedió que el fósforo resultó ser bastante valio$o.

Se utiliza para fabricar cerillos, fertilizantes e incluso explosivos.

La demanda por la substancia que Brand descubrió fue enorme. Le llovieron ofertas para producirla… al final  consiguió la riqueza que tanto buscaba… aunque no de la manera que él pensaba.

Historias como la de Brand, Flemming (penicilina), Röntgen (rayos X), y muchos otros, me hacen reflexionar…

Detrás de cada uno de estos descubrimientos puede decirse que estuvo la casualidad, la buena suerte, como decimos a la mexicana: la “chiripada”.

Pero no puede negarse que también hubo horas de esfuerzo, dedicación y trabajo.

Como dijo T. Alva Edison:

La innovación consiste en 99 % de transpiración y un 1% de inspiración”.

Es decir,  las creaciones que han revolucionado a la humanidad han implicado mucho trabajo arduo y no sólo ideas geniales.

Lo mismo pasa en tu desarrollo personal.

Tu proceso de crecimiento interno se parece mucho a un viaje en espiral. Cuando trabajas para liberarte de un hábito destructivo, cambiar un patrón de comportamiento, o superar un miedo, a menudo te reencuentras con ese tema una y otra vez, incluso después de que pensaste que ya lo habías  superado.

Es fácil que cuando sucede esto te sientas  frustrado o derrotado, como en algún momento le sucedió a Brand…  después de tanto trabajo todavía estás con el mismo problema.

Pero si mantienes tu intención, tus ganas y actúas, esta reaparición pronto se convierte en una revelación:

Has dado una vuelta más en la espiral de la conciencia.

Y este paso te permite alcanzar un nuevo nivel de comprensión en tu vida.

Debido a que estás más alineado con tu verdadero Ser, te sientes menos ansioso por buscar la aprobación externa.

Dejas de sentirte fuera de sincronía contigo mismo.

Tu intuición se hace más presente.

Tu espíritu abre los ojos revelándote nuevas oportunidades, y te regala  con momentos de sincronía que traen un sentido de cierta “magia” a tu vida.

y eso, estimado lector… es oro puro.
Hasta pronto.
Jorge Galindo
Director CÓRPORE
www.corporal.com.mx
 

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